viernes, 19 de febrero de 2010

Ava Adore

Coleccionista de madrugadas,
Penélope arropada.

Palabras entrecortadas,
mentiras balbuceadas.

Velo sin religión,
perversa condición.

Corta vida
de tu primera infancia.

Ésa soy yo para ti:
líquidos y pasión,
locura y contradicción.

jueves, 18 de febrero de 2010

Sabes

Un encuentro frustrado envuelto en humo blanco
de madrugada, el insomnio no deja de ser mi aliado.

Recuerdo aquellos paseos, madrugadas de golosinas
de gente transparente y perros sin hogar
siguiendo su propio karma hasta la puerta
de aquella dirección extraña
de algún lugar con rombos.

Has tardado ya más de diez cigarros
y yo aún sigo aquí
con mi risa torcida y mirando mis pies al caminar,
jugando a no pisar las rayitas de la vereda
o colgada de la ventana de mi habitación
mirando al pino siempre en busca de un duende.

Mi refugio está aún en aquel bolsillo
de la camisa azul,
en una nota
y en el cumpleaños de Voltaire.

Sabes muy bien cómo soy
torbellino de sensaciones,
emociones,
siempre buscando esas palabras
que no puedo traducir.

Rojo indeciso, tembloroso, siempre rojo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Gato

Cuando pensar te hace sangrar la conciencia,
en ese estado de paranoia vegetal,
aquella desesperación interna
que no concuerda con los movimientos de tu cuerpo,
con la cabeza a punto de estallar y tú ahí 
esperando que suceda finalmente,
esperando por fin la hora, el desenlace.
Sientes que no perteneces a este lugar, 
vuelves a la adolescencia incomprendida
de la inmadurez de los primeros años
de experiencia.
¿Pero quién termina de crecer?
Creo que siempre tendremos a aquel niño incomprendido
marchando en el alma.
Desesperación, angustia, hemorragia y venas cortadas.

De pronto volteo y ahí está él, descansando al sol sin ningún martirio.
Rebosante de su buena suerte, reposando triunfante y gordo.
Le espío, parece levitar, como si su cuerpo rechazara el peso de
su conciencia.
Un mal sueño, un movimiento involuntario, se da vuelta y listo.
Todo igual.
No hay preocupaciones, ni rechazos ni desamores.
Le envidio. Le odio. Le quiero. Le observo.
Quisiera ser él, sin el infortunio de esta tormenta,
pequeña nube negra,
que me ha robado esa paz que nunca tuve.

¿Lo sabes?
Su superioridad no radica en la raza,
ni en la belleza ni el intelecto.
Es aún más profundo:
Es incapaz de amar u odiar,
de sentir y llorar.

Mírame bien, mejillas saladas.
Él es feliz porque no puede amar.